martes, 20 de diciembre de 2011

Funambulismo a la hora en que se queman estrellas. O lo que es lo mismo, mutaciones de la tristeza



No mamá, la mía es una resurrección sin redención; una condena de rabia y silencio
apenas franqueable con los dedos mojados y los pies colgando de un hilo.
Me repito en cosmogonías noctámbulas hasta vaciar la luna; hasta llenar las manos
del invierno con música ínfima como estas estrellas constelando mis muros, mi frente,
mis cielos rojos.

Me sé conjuración de olvidos; obligada a sumergirme en el viento para pescar los nombres de
latitudes inhóspitas que invariablemente vuelven  a perderse entre palabras corrientes.
Cosmos interminable, siempre vacío y siempre lleno. Arde en el centro de mi noche
una llama blanca de equívoca naturaleza; escritura a borbotones, carnaval de voces pueriles,
extraviadas. La noche es un circo en ebullición.

Me conozco ignorante de la certidumbre. Para mí la esperanza es un animal
que parece flor.
No mamá, no creo en dios y mucho menos en el diablo porque mis ojitos
son más convexos y, a pesar de eso, yo no me quiero Morir.

(Si le hablo bajito, en chiquito, es porque me estoy quemando la lengua 
para no cometer un suicidio. Así, suavecito, mamá, que el lenguaje es el más puro acto 
de Canibalismo, hasta los huesitos. Se siente rico comer des-pa-cio, me dice, 
y se enoja al verme tan Voraz.
Pero los diminutivos, que a usted tanto le gustan,  me indigestan porque, cuando se ladran, suenan amargos.)

Por eso me reconozco partícipe de la crueldad inherente al nacimiento. La imposibilidad me sabe
a malabarismo,
a temblor de batallas; el juego donde me re-creo. Y es que tampoco sé creer en la nada, mamá.
La muerte, esa trapecista disonante, es más absoluta en la intermitencia. La muerte
tiene la cara partida de Risa; a veces se llama Juez y crece entre mis dientes,
se ramifica entre mis piernas; me pega fuerte, muerde el centro,
me arrastra
y me quedo tendida sobre mis márgenes una vez más.


Entonces si llora mamá, que sea por aquel Jesús quemado, por su virgen de once hijos, 
por los trenes varados que ya no podrán llegar a tiempo, pero no por mí.
No, porque así es mi imperio de nimiedades, mamá; ese espacio imperceptible donde
cabe cualquier cosa,
hasta mi vigilia.




No esté triste, mamá, que hasta el perro se pone a llorar.

sábado, 10 de diciembre de 2011

April is the cruellest month





Ésta es mi tierra baldía; la única que prospera en el desasosiego.
La que emana voces de lilas muertas y de rosas quemadas.
Aquí el viento es como decir agua.
La lluvia es olvido que toca la arena con sus manos anémicas.
Aquí el tiempo no santifica nada.
Pero el fuego es un manantial y sólo existe en las entrañas.

Yo nací en la crueldad de ser contradicción.