martes, 21 de mayo de 2013

De cómo Ayante Telamonio me hizo pensar en las flores


Busco en la mitología de las flores
algo que me haga entender a la muerte,
Veo en cada pétalo extendido las lágrimas
de un coloso derribado,
una hazaña inconclusa,
la carcajada de dios.

Busco en las flores, donde Ayante me dijo
que el hombre tiene la propiedad vegetal
de ser semilla y germinar en un botón
de perfume la última escena
   de su tragedia.

miércoles, 15 de mayo de 2013

El circo

                                                                         

Leopoldo María Panero

Dos atletas saltan de un lado a otro de mi alma
lanzando gritos y bromeando acerca de la vida:
y no sé sus nombres. Y en mi alma vacía escucho siempre
cómo se balancean los trapecios. Dos
atletas saltan de un lado a otro de mi alma
contentos de que esté tan vacía.
Y oigo
oigo en el espacio sonidos
una y otra vez el chirriar de los trapecios
una y otra vez.
Una mujer sin rostro canta de pie sobre mi alma,
una mujer sin rostro sobre mi alma en el suelo,
mi alma, mi alma: y repito esa palabra
no sé si como un niño llamando a su madre a la luz,
en confusos sonidos y con llantos, o bien simplemente
para hacer ver que no tiene sentido.
Mi alma. Mi alma
es como tierra dura que pisotean sin verla
caballos y carrozas y pies, y seres
que no existen y de cuyos ojos
mana mi sangre hoy, ayer, mañana. Seres
sin cabeza cantarán sobre mi tumba
una canción incomprensible.
Y se repartirán los huesos de mi alma.
Mi alma.
               Mi hermano muerto fuma un cigarrillo junto a mí.



"Poesía" 1970 - 1985

domingo, 12 de mayo de 2013

Domingo

El calendario ha puesto barrotes
y me convirtió en pantera.
Juego a desconocer mi jaula
con terror claustrofóbico,
pero el tiempo sabe que soy
un gato domesticable.

Abro gavetas,
todas las criptas personales;
miro en el fondo el cadáver impune
de unos veinticuatro años
y al gusano ciego que se alimenta del crimen.

La voz presa detrás del muro es un lápiz
sin punta con el que escribo un cascajo
tristísimo, un intento de acción,
un conato de fuga.

Mis cortinas alardean de haberle impuesto
su tiranía de suciedad y pliegues
a la ventana y la poca luz que se filtra
deja todo con cara de bodegón.

Es cierto, la tragedia íntima no araña
la conjugación de las eras,
pero en el encierro, la mugre del zapato
y la uña magullada
son la épica que me clava
al techo en un gesto de santidad.

Nada. Las horas rompen en efervescencia
de sombras contra la cama.
Los ácaros del colchón tienen más hambre
que mis ansias de libertad.

Estas ganas de no morirse
prohíben vivir a diario.
Y por ello, "la pendejada de que todo sea igual".