sábado, 10 de mayo de 2014

vulgar






Vulgar la forma cruel en que nacemos y morimos,
vulgar esta mala leche que nos alimenta,
vulgar la hipocresía, el miedo, el prejuicio.

Nunca las palabras que viven
a pesar nuestro y
mucho menos el cuerpo

-ola interminable de 
carne y dolor y deseo-
que habla el lenguaje del poro,
la línea y del fuego.

viernes, 28 de marzo de 2014

Sobre el tiempo de silencio


Henos aquí, padre. Seguimos derramando nuestro cáncer sobre papeles blancos. Cada mañana miles de tumores pululan por las calles en una metástasis interminable, retorcida y barroca. La palabra se ha dislocado hasta desconocerse. El lenguaje -bestia de circo- se consume en una 
retórica tan vacía como cruel. Así el hombre, autófago y autómata, ha multiplicado su rostro sin haber conocido su fisonomía primera; sin una cara y sin un sentido -sin hablar-, se ha instalado en el desengaño y la miseria experimentando una suerte de placer. El silencio no ha bajado la guardia. El silencio sigue siendo tirano.


["Es un tiempo de silencio. La mejor máquina eficaz es la que no hace ruido... Por aquí abajo nos arrastramos y nos vamos yendo hacia el sitio donde tenemos que ponernos silenciosamente a esperar silenciosamente que los años vayan pasando y que silenciosamente nos vayamos hacia donde se van todas las florecillas del mundo" -Luis Martín Santos, Tiempo de silencio. 1962]

martes, 18 de marzo de 2014

mensaje en una botella


A quien corresponda.


Hoy me asaltó una de esas rachas monomaniacas que me vuelven un ser insostenible. Desayuné vino –merlot, porque es el que siempre compro- y luego fui a buscar la entrada del 18 de marzo del diario de Alejandra Pizarnik. “Más miedo que antes. Antes me disculpaba mi cara de niña. Ahora, súbitamente, me tratan como grande”. Este 18 de marzo se parece a aquél de 1961. Ya he escuchado la misma canción unas 27 veces, y aún no son suficientes. Escribí y borré “no valgo verga” cuatro ocasiones seguidas para después escribir todo esto que es, al final de cuentas, la misma frase pero con muchas palabras. No quería escribirte nada. No tengo nada que escribir. Debería estar revisando una tesis que acepté revisar porque no tengo vergüenza. Apenas si pude revisar la mía. Además no sé nada de arquitectura. Pero algo me taladra. Debo ponerle nombre a esta necesidad que hoy, particularmente hoy, tengo de saberme tuya. Mientras tanto, pongo las horas que faltan para volver a esa ciudad invisible que he bautizado como "nosotros" en la copa y me las trago. Y es que, sí, quererte me está violentando el alma y pienso que mis manos son un crimen por estar tan vacías de ti.