martes, 29 de noviembre de 2011

Disgregación epistolar

Tienes razón tú -y todos tus tús- cuando dices que las cosas son sencillas.
No es practicidad, es algo más parecido al cansancio y las ganas de respirar con dos pulmones 
hollinados
sin tener que pelear el aire con quien debería regalarte un poquito de aliento.

No quiero matar pájaros en mi tragedia.

Nací con pies pequeños, de agua. Pasos cortos y mucho sentir; porque yo no apunto a monumentalidades hipotéticas
que se me desplomen en las manos y no me dejen sostener un corazón.
Yo quiero sostener el tuyo y sentir cosquillas cuando lata fuerte
y calor cuando esté en paz.

Tengo en mí todas las contradicciones del mundo.

Hay ratos cuando en la cama somos un solo cuerpo
que se come todo el espacio del mundo escondido en nuestras bocas.
Esta cronopia, siempre húmeda, va a guardar esos ratitos en relojes de alcachofa,
para deshojarlos poco a poquito y comernos el corazón del tiempo,
aunque afuera llueva todo el cielo, porque lo relojes normales me ponen,
no,
nos ponen desdichados.

A veces sufro mucho, como quien extraña el presente. 

Eres como un árbol donde se enredan las nubes,
o las médulas de los muertos:
como la noche grande que no se cansa de vernos insomnes
cuando el cielo se hincha de olvido.

Aunque sea chiquita como los lunares de tus dientes y llore.

Es mejor arrancarnos el silencio de los párpados y las horas de los dedos.
Dejar que las niñas hablen.
O leernos un cuento, aunque se nos tropiece la saliva, y que todo suene bien
porque todo es honesto.

Meu menino.

El amor es una complicidad de fracturas cosmicómicas y redenciones
imposibles.
El amor es como dios y sus estigmas.
En cada grieta crecen jardines donde la muerte es más liviana que el viento
y no hay dolor en la sangre.

viernes, 18 de noviembre de 2011

No es tristeza






Hoy, la noche es un elefante con la osamenta expuesta

y los colmillos clavados en las orillas del mundo;

un esqueleto de pirotecnia helada que explota en mis piernas

produciendo un temblor inagotable, solamente perceptible

en las vibraciones de una llama.



La noche es un animal brutal y hermoso que me aterra

porque lo sé menos cruel que la arena ennegrecida

de este norte que antes sintiera mío.

Septentrión donde cuchillos en el viento excorian la piel.

Donde las lenguas del silencio se han llenado de pústulas.

Donde los  mesías son de nombre; los demonios, de convicción.



Me cuelgo con todo y miedo de las falanges de esta noche para no quebrar

las calles que tiritan de tristeza

al ver sólo rescoldos de sangre en las banquetas

porque a esta tierra le chuparon el corazón; le deshojaron la música.

Mi latitud me duele y me oculto de este circo infiel

tras los fuegos nocturnos.


Hoy, la solitud de una noche sin puntos cardinales,

sin tejidos infinitos,

sin espaldas tatuadas de hipocresía,

es mi único hemisferio.



Pero la noche es un elefante que camina

para aplastar todo este ruido.

Sentadita, tiemblo y me siento bien.

viernes, 4 de noviembre de 2011

El arte de flotar



Nuestros pasos languidecen ante el ruido del mundo.
Pero ya hemos aprendido a caminar sobre cintas de agua
para no perder los huesos, ni amedrentar el mareo.
Tremulantes, hacemos de la música un jardín pronunciable sólo
   en el silencio.
Calladitos, mientras  un montón de perros negros se revuelcan entre 
perlas quemadas.
Mientras los ciegos comen conjeturas a puñados
y las jaulas buscan un pájaro para poder volar.

Ante esta violencia yo ya he dejado de creer en el miedo porque
si el viento me trajo también podrá matarme o traerme una flor
de loto para Renacer.
Si me acompañas seguiremos redefiniendo el arte de flotar.