sábado, 26 de enero de 2013

Garúa


"Había sido la última oportunidad. Ahora lo sabía. De todos modos, pensó, hubiera podido ahorrarme la humillación de la llamada y el último diálogo, diálogo de mudos, en la mesa del café. Sentía en la boca un sabor a moneda vieja y piel adentro una sensación de cosa rota. No sólo a la altura del pecho, no: en todo el cuerpo; como si las vísceras se le hubieran adelantado
a morir antes que la conciencia lo hubiera resuelto. Sin duda, tenía todavía muchas gracias que  dar, a mucha gente, pero se le importaba un carajo. La garúa lo mojaba con suavidad, le mojaba los labios, y él hubiera preferido que la garúa no lo tocara de aquella manera tan conocida. Iba bajando hacia la playa y después se hundió lentamente en el mar sin sacarse siquiera las manos de los bolsillos, y todo el tiempo lamentaba que la garúa se pareciera tanto a la mujer que él había amado y que había inventado, y también lamentaba entrar en la muerte con el rostro de ella abarcando la totalidad de la memoria de su paso por la tierra: el rostro de ella con el pequeño tajo en el mentón y aquel deseo de invasión en los ojos".


-Eduardo Galeano



martes, 22 de enero de 2013

De palabra




No quiero untarme los secretos apilados en la alacena. Prefiero desvestirme del enigma y caer en contradicción en el intento, que esconderme tras una mitología de plastilina; volverme oracular aunque sea en martes; quedarme con el espacio ambiguo entre mi miopía y la sangre y no con el miedo en conserva de vidrio.
Me siento en la orilla de todo; sé que hay que salir del ombligo con un cuchillo y un puñado de memorias abiertas. Intento abrazar el silencio porque lo diáfano del ojo tiembla en el poro y en la encía; abrazar lo que se escapa, el fuego que prende la lengua y nos vuelve pulpa de estrellas o la vena del tiempo.
Y mis noches rojas son un querer sonar una estampida de elefantes; sonar la savia del árbol viejo o la voz encallada en la garganta con los dedos empapados de viento, a sabiendas de que vivo en un lenguaje triste, de que todas nuestras palabras mienten, sobre todo, cuando alguien hace de ellas poema o ley.

sábado, 5 de enero de 2013

Enero


Hay días blancos como éstos.
Días en que al viento le duelen las manos 
y escupe cristales
y destroza el tiempo
y se hace pedacitos porque no sabe
qué hacer con su dolor. 

Días en que todo respira una existencia lejana;

algo como un conjuro con el árbol seco 
o con el pavimento océano.
Días en que la vida es un hilito de sangre
transido en las plumas
de un pájaro que no se haya en el cable de luz.

Días en que uno camina aturdido con los pies hechos ascuas 
por las mismas calles que ya no se parecen
a la tragedia que las pisa.
Porque el cielo es todas partes
y el pájaro muere sin estruendo
y el incendio no es la pólvora.

La calle es un canto blanco que sabe todas las respuestas.
Uno no llora, no corre al espejo, 
no maldice como un parricida.
De nada sirve. 
En estos días uno nada más abre la boca
para que se le salga el alma.

viernes, 4 de enero de 2013

13 de la suerte


Y si destruyo al mundo es para que ocurras tú.
Y si destruyo al mundo es para que ocurras tú.
Y si destruyo al mundo es para que ocurras tú.
Y si destruyo al mundo es para que ocurras tú.
Y si destruyo al mundo es para que ocurras tú.
Y si destruyo al mundo es para que ocurras tú.
Y si destruyo al mundo es para que ocurras tú.
Y si destruyo al mundo es para que ocurras tú.
Y si destruyo al mundo es para que ocurras tú.
Y si destruyo al mundo es para que ocurras tú.
Y si destruyo al mundo es para que ocurras tú.
Y si destruyo al mundo es para que ocurras tú.
Y si destruyo al mundo es para que ocurras tú.