lunes, 17 de diciembre de 2012



Hans Bellmer







Aquí el labio tinto -la violencia-;
el vértice de una girándula.
Aquí el palpitar sonámbulo donde 
se prende la lengua amoratada o el deseo.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Certeza



Que he vuelto a emborracharme con un agua hirviente de ausencias.
-Palabras, animales tan bellos como imposibles-.
Digo que me he embriagado con el cadáver
de aquellas noches acuáticas
en las que la incertidumbre era escritura corriente.

Cuando los ojos se empecinaban en destrozar el cielo
desde el humo de mi boca hasta el hueso de la estrella;
cuando la lengua era un órgano para la memoria y el asesinato
y en las manos –rojas- me crecían caminos como flores sin nombre.

He dicho que me he muerto un poco sobre mi costado más niño,
el que se comía las uñas y creía en los pájaros
y en los fantasmas del espejo.
El mismo donde apoyo mi cabeza para llorar mis mentiras;
el que se conmueve por todo su yo traicionado.

Me he emborrachado
porque mi necedad es la justa
para convencerme, con toda torpeza, de que esta ceniza sabe
más a vida que la sobriedad.










[Tu aroma es una bestia que, por suerte,
no he aprendido a domar.]



lunes, 5 de noviembre de 2012

Duende



I.
Y cuando venga la noche,
¿qué le diré a mi desvelo?
De este lado del viento el fuego no canta,
tampoco la espuma del instinto, ni siquiera
las ansias torpes de la ebriedad.

II.
Serán las palabras,
la memoria,
la risa del muerto,
las ciudades que somos,
el silencio repleto de calles;
ya no sé en dónde duele,
o si todos tenemos pedacitos de vidrio bajo la piel,
o si todos andamos con el vacío detrás de la cara.

III.
Mi vigilia es manca 

y no entiende de estos cuerpos.
Mi vigilia es miope 

y repite nombres como arena
como sombra envenenada.

IV.
Estoy pensando en la tierra
y en ti
y en lo bueno de no habernos enterrado

misterios ni nada 
que nos llenara de gusanos
o que hiciera de tu cabello raíces.

V.
En la cama me revuelco con la furia 

de un niño perdido.
Al tiempo siempre le creo sus mentiras
¿Qué puedo decirle a mi desvelo?

VI.
No me compadezcas.
No te vuelvas miedo.

martes, 23 de octubre de 2012






[La verdad yo tampoco sé mucho de mi sombra
últimamente.
No sé ya cómo calzarme los huesos,
porque no sé hasta dónde llegan mis venas.
No sé de este camino de sal
que aprieto con los dientes cuando me tiro en la cama.
No sé cómo encender el espacio difunto
entre las horas desperdigadas y las uñas rotas.
No sé si esto es un páramo o la violencia;
si es el desierto o mi lengua.
No sé si tengo palabras en la boca

o si hablo con saliva de leproso.
No sé de dónde vienen los ecos de la risa,
crueldad o cadáver que acecho como un buitre
condenado.
Creo que son mis oídos sintiendo a la infinitud
resbalarse como agua
o mi espina triturada bajo mis pies.

No sé cuánta es la noche mirando mi ciudad,
                                  y no sé si aquí esté la noche
                                  y no sé si sea mi ciudad.

Esto lo sé porque tus ojos no me ven y yo 
no encuentro los míos.]

jueves, 20 de septiembre de 2012







Porque me dejas en las manos un campo de líneas
 sin destino;
surquitos de fiebre, manías cosmogónicas,
una cicatriz de inefabilidad.
Ésta es la conjuración de mi sangre. Aquí vuelvo a nacer.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Vómito para no llorar... 1


Si alguna vez me quisiste, mátame. No me dejes en el limbo de lo ignorado apestando mi propia memoria, ensalivando iracunda  tu oído con mi nombre convertido en arcano, arañando tu cuello con mi sombra porque ¿quién te dijo que la espalda es una lápida?  Mejor mátanos de una vez en una hoguera para consumar la llaga, porque somos estúpidos y queremos morderle los huesitos al tiempo para sentir que hoy también sabe a otro día.  A mí, antes que odio, me da no sabes cuánta tristeza el tener que recogerme los pedacitos de sangre con las manos, porque adentro llevo una vida de cristal y para no cortarme el corazón me siento en la noche a escribir el saldo negro de mis fracturas. Mátame para hacerte homenaje y brindar en los cuellos de las vírgenes que inmolaste en la arena de mi cuerpo, ésas que llamas cicatrices. Entonces serás grande y la gente lamerá tu sonrisa perenne con avidez porque en la vida nadie es tan feliz. Mátame para llenarme los ojos de humedad caliente y dulce, para  limpiarme la sal que fuiste juntando y sanar las heridas del viento. Mátame para ser una palabra que de pronto pulse en tu labio o en la punta de tu dedo. Mátame, hasta en un poema pendejo que hable de ausencias, olvido y de todo lo que dicen que está hecho el amor. Si me quisiste no me pidas que no me muera para seguir tocando tu pared con mi alma enflaquecida o zumbando con mi voz de desierto. ¿Para qué? Deberías matarme cuando limpies las colillas de los cigarros que has dejado en el patio. Entonces, terrible prodigio, resucitaré de las cenizas que quedaron en tus dientes cuando beses a la ninfa con aroma a laurel. 

martes, 3 de julio de 2012

by Eric Drooker
Nota I 
Juan Gelman
te nombraré veces y veces.
me acostaré con vos noche y día.
noches y días con vos.
me ensuciaré cogiendo con tu sombra.
te mostraré mi rabioso corazón.
te pisaré loco de furia.
te mataré los pedacitos.
te mataré uno con paco.
otro lo mato con rodolfo.
con haroldo te mato un pedacito más.
te mataré con mi hijo en la mano.
voy a venir con diana y te mataré.
voy a venir con jote y te mataré.
te voy a matar, derrota.
nunca me faltará un rostro amado para
matarte otra vez.
vivo o muerto/un rostro amado.
hasta que mueras
dolida como estás/ya lo sé.
te voy a matar/yo
te voy a matar.

jueves, 12 de abril de 2012



  
APRIL is the cruellest month, breeding
Lilacs out of the dead land, mixing
Memory and desire, stirring
Dull roots with spring rain.


T.S. Eliot



Saberse calamidad y seguir renaciendo.

La vida es re-crearse;
Vivir a pesar de la crueldad,
tener en las manos una cosmogonía,
temblar y seguir sonriendo.

El funambulismo es cosa de valientes,
o chalados;
de los que viven veintitrés años
sorteando la imposibilidad,
dándole rostros al miedo para reírse de él,
aunque cada paso sea más solitario.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Otro intento


Otro nombre...


Yo sólo quiero que sepa que me encantaría jugar con su cabello;
decirle que a los payasos  dejé de temerles y hoy les profeso cierta empatía,
que las mariposas me recuerdan que muero,
que mi nombre es una mariposa y murió antes de verme viva.

Pero quizá después me mire con una tristeza que nos pulverice  los ojos,
porque nuestros dedos escriben en un tiempo imperfecto que nos impertenece,
conjugando nuestras deshoras con sueñitos de cineasta
y  tragicomedias de minutos robados  al vértigo o a lo imposible.

Es que nos golpea la sapiencia de ser anacronismo y no poder bajar
del carrusel que hemos creado. Se nos alarga la ira, cuando mejor 
deberíamos partirnos de risa porque en su oficio usted se dibuja tantas caras 
                                                                                    para no tener ninguna 
y  a mí, en el mío, me da por temblar y hacer ruiditos.

Ya más tranquilos, me atreveré a decirle
 que usted  fue mis huesos
cuando andaba lacia del alma 
y usted también me dirá algo así;
o  mejor nos hacemos tontos porque esto 
es un sinsentido que nos araña despacito
hasta hacernos nuditos la sangre.

Con suerte, sabré enseñarle cómo encender estrellas al ras del piso
o a crear cataclismos en el silencio mientras el mundo se cae de ruido.
Con suerte podré regalarle un poco de agua 
y escribirnos un ratito en el olvido,
justo antes de salir al escenario de la inmolación.

martes, 6 de marzo de 2012

Un intento



El hombre a quien le escribo tiene en la cabeza
un animal indómito que se deja acariciar.
El hombre a quien le escribo tiene los ojos golpeados
por la tinta; tiene  la sonrisa alunarada y viciosa.
El hombre a quien que le escribo es sordo de corazón.

El hombre a quien le escribo lleva una sombra clavada
en las manos para no mancharse de vulgaridad.
El hombre a quien que le escribo es de una ira taciturna y blanca.

El hombre a quien le escribo cree que dieciocho centímetros
son demasiados como para no penetrar en el olvido,
pero que los años no son suficientes para besar el perdón.

El hombre a quien le escribo canta algo de apostar toda la vida,
de 
perderlo todo siempre. Le pido que vayamos hacia el mar
aunque yo sé que ya no escucha a sus botas.

El hombre a quien le escribo está cansado; yo le digo:
“muñeco, estás cansado pero todos estamos cansados
pero nadie está suficientemente cansado
y eso no lo dije yo, pero es la verdad”.

El hombre a quien le escribo es monócromo, sereno;
de una pasión incipiente y de una barba prolija donde
me gustaría sentir el reposo.  

El hombre a quien le escribo se fue a una ciudad menina e moça;
lo esperé cantando un fado que hablaba de saudade,
barcos negros y del mar.

El hombre a quien le escribo conjuga en tiempos
que nunca ocurren; huye entre cristales, vuelve como grito.
El  hombre a quien le escribo es un impromptu, un imposible.

El hombre a quien le escribo no sabe que soy serpiente
y tengo al fuego de mi lado
y que no le temo a sus cicatrices
porque el abandono y la nostalgia me han dejado su veneno.


Ya sólo quedan el temblor, la fiebre, un espasmo de furia contenida.
El hombre a quien le escribo me ha llenado de alfileres o espinitas 
de viento, allí justo en donde tocó el núcleo de mi humedad.

El hombre a quien le escribo pegó la tarascada
en mi costado izquierdo sin quererlo, cuando yo
bajé la guardia y mastiqué entre los segundos, las lágrimas
y el miedo un montón de palabras imperdonables:
luciérnaga, Perséfone, desierto, caos
palabras:
ómnibus, poesía, cerveza     amor.

Todas caen conmigo y él, a quien le escribo, se lleva algunas letras
en la bolsa; deja otras en las líneas de mis manos 
para guardarme la sangre
y las bendice porque son bellas 
y moja sus dedos
con los pedazos de mis ojos 
y me mira tan pequeñita
y ésa es su "justicia" 
y me da lástima su esfuerzo
por querer erguir su temor:
su terrible derrota.

El hombre a quien le escribo cierra el pecho para no mostrar los huesos rotos;
para no perderse lejos de su nicho de dolor y en su coraza
quisiera colgar mi nombre para sumarse otro fantasma,
para seguir seco.

El hombre a quien le escribo echa raíz de mala hierba
Y éste es un primer intento por comprender lo que no entiendo.
Él, a quien le escribo
no puede caminar sobre una cuerda,
ni quemar la luna,
ni constelar un silencio profundo
No quiere hablar de lilas y del infierno entre la música,
ni desenterrar al elefante rojo de la noche
porque el hombre a quien le escribo,
a quien amo,
con su luz y su sombra y su perfil de demonio taimado,
no se ha dado cuenta que el descenso verdadero
está en mi nombre
y que el único paso que no ha dado
es el que su interminable tristeza no le deja dar.

domingo, 19 de febrero de 2012

Las ganas de llorar


Él: monócromo, equívoco, sereno.
El de manos como cunas y la sonrisa con lunares.
How I love your beautiful crazy black hair.



Cuando me dijiste todo está bien, muñeco; no pasa nada, me dieron muchas ganas de llorar.

Qué fácil se pinta todo de tu color. Y duele, muñeco, el cómo te me siembras en la sangre. Porque ese espacio en que apareces no era el tuyo; el silencio se llena con el lenguaje de la Imposibilidad. Viniste a quemar mis abismos y a vaciar pájaros hambrientos en mi nombre que no era muerte, ni poema, ni flor. Era yo puro Tiempo silente. Ya no tengo manos, tu cabello las ha devorado; de mis huesos queda la noche etérea con su mitología y mi voz luciérnaga te hace brotar. La humedad me perfora el pellejo, en mi boca esculpes una batalla, es decir, el recuerdo de tu presencia dentro. Qué fácil se pinta todo de ti; mis ojos miran con suspiro el desvanecimiento de la tierra entre las páginas de un calendario con cara de amnesia y la taquicardia de un idioma senil. Lo único que no se olvida es mi vendaval, el torrente que capitaneas y nos ahoga o me hace naufragar en algo que ya no es mi cuerpo.

Voy caminando sola, trémula, atravesando el horizonte, 
arriba, donde todo es de tu color 
y si me caigo
quiero creer que estarás ahí
pintando el espacio de negro o sombra o serpiente.
Y si me caigo quiero gritar sostenme,
aunque ya ni el miedo sea excusa.
Si me caigo, vale, 
las redes se volvieron tu océano;
soy  una cárcel ambulante
o un preso que camina.
Condenada a la fuga,
me derramaré sobre tu espalda,
se me volará el corazón como girándula.

Todo estará bien, apretaremos el tiempo entre los dientes un ratito mientras los dedos chupan el sabor del tabaco con el cansancio más justo: el del espasmo y el descenso. Luego nos pondremos a llorar.

jueves, 9 de febrero de 2012

Al margen del ruido, yo tejo la noche sobre tu espalda; el tacto nebuloso de mis dedos al rozar tu viento
-la soledad sonora, el silencio oceánico-. Una constelación de música tatuada en la piel cuando te tocan
mis labios llenos de luna.

Hay algo de triste y perverso en este oficio de hilar luz y sombras sobre la humedad que exhala tu cuerpo.
Como para que no te me vayas, como para esperarte siempre, como para que no te me acabes de morir.

jueves, 2 de febrero de 2012

Huida y rescate



Yo llegué a la ciudad fantasma. Con veintidós Niñas despedazadas en una mano y un vaso de agua salada, para no morir de sed, en la otra. Llegué a tropezones por la última cuerda que había asegurado para mi huida. Huí hecha un demonio cuando el abandono me llenó el corazón de sanguijuelas; supe que desenterrar el pasado no era más que despertar en una tumba. 

La ciudad es un fantasma filicida; 
lento se traga la sombra
y nos derriba con la médula calcinada 
hasta crucificar nuestros pasos 
para encontrar redención.


Huí a este lugar donde nadie sabe de trenes, ni de libros que son espejos, ni de escarabajos que golpean
en las ventanas, ni de payasos blancos que lloran a escondidas 
cuando ven que sus sonrisas no enamoran al amor.


La ciudad es un fantasma que tiembla
detrás de los párpados,
justo donde la noche no alcanza a protegernos;
donde el sueño es un sonámbulo caminando 
entre el miedo y la soledad.


Nadie sabe nada porque no hay nadie para saber. Sólo el eco enterrado en mi oído -que es como la voz de todas mis iras y de todas mis muertecitas amontonadas queriendo salir disparadas hacia la sangre que aún palpita en mi pellejo-, repite y repite la ciudad.


La ciudad es el fantasma de un niño extraviado 
entre las bestias.
El espectáculo de la Memoria y el Olvido 
va llenando el escenario
de acróbatas grotescos: 
el fantasma es el viento.

En la ciudad de viento, los muertos vuelan sembrando nubes que lloren
una última plegaria de ave sobre el desierto 
antes de que el dolor consuma la sangre, 
antes de que la ciudad sea yo.

miércoles, 11 de enero de 2012

Bailar es un viaje inmóvil

Bailar contigo es un suicido;
es fijarme en tu mirada  igual a los cuerpos
de dos niñas asfixiándose en mis huesos.
Es abrazar el dolor de lo pasado entre mis dedos
y no poder agarrar nada,
ni siquiera las impertinentes palabras
que consuelan un duelo interminable.

Bailar contigo es caminar hacia latitudes imposibles.
Es devorar un año de camposanto e incertidumbre;
de flores, ladridos y cicatrices
bajo los rayos plúmbeos de un sol extraño
que sigue sabiendo a desierto.

Pero esta danza levanta los fragmentos
de la niña que fui, de la que sigo siendo.
Y en la tristeza me ha surgido una nueva piel,
he recorrido el tiempo
como el del que viaja y huye del dolor.
Aunque yo no he movido una pestaña porque 
no voy a derramar mis alas en tus fantasmas, cariño.

Sigue bailando tu muerte sin fin
que no me corresponde.
Cuando abras los ojos verás un puerto
de metafísica desgastada por el tedio,
donde la arena todavía no se traga el azar
de estar parados en este nombre.

Sigue bailando en mi tierra; mi  verticalidad
nos llevará a un abismo ofidio,
a una boca donde la soledad sea nuestra
y la alegría no se corrompa con canciones marchitas;
nuestro será el fado que espera y sucumbe
ante la vacuidad cautivadora de las calles
y la verdad inalcanzable del mar.