El
hombre a quien le escribo tiene en la cabeza
un
animal indómito que se deja acariciar.
El
hombre a quien le escribo tiene los ojos golpeados
por
la tinta; tiene la sonrisa alunarada y viciosa.
El
hombre a quien que le escribo es sordo de corazón.
El
hombre a quien le escribo lleva una sombra clavada
en
las manos para no mancharse de vulgaridad.
El
hombre a quien que le escribo es de una ira taciturna y blanca.
El
hombre a quien le escribo cree que dieciocho centímetros
son
demasiados como para no penetrar en el olvido,
pero
que los años no son suficientes para besar el perdón.
El
hombre a quien le escribo canta algo de apostar toda la vida,
de perderlo todo siempre. Le pido que vayamos hacia el mar
de perderlo todo siempre. Le pido que vayamos hacia el mar
aunque yo sé que ya no escucha a sus botas.
El
hombre a quien le escribo está cansado; yo le digo:
“muñeco,
estás cansado pero todos estamos
cansados
pero nadie está suficientemente cansado
y
eso no lo dije yo, pero es la verdad”.
El
hombre a quien le escribo es monócromo, sereno;
de
una pasión incipiente y de una barba prolija donde
me
gustaría sentir el reposo.
El hombre a quien le escribo se fue a una ciudad menina e moça;
lo esperé cantando un fado que hablaba de saudade,
barcos negros y del mar.
El
hombre a quien le escribo conjuga en tiempos
que
nunca ocurren; huye entre cristales, vuelve como grito.
El
hombre a quien le escribo es un impromptu, un imposible.
El
hombre a quien le escribo no sabe que soy serpiente
y
tengo al fuego de mi lado
y
que no le temo a sus cicatrices
porque
el abandono y la nostalgia me han dejado su veneno.
Ya sólo quedan el temblor, la fiebre, un espasmo de furia contenida.
El hombre a quien le escribo me ha llenado de alfileres o espinitas
de viento, allí justo en donde tocó el núcleo de mi humedad.
El
hombre a quien le escribo pegó la tarascada
en
mi costado izquierdo sin quererlo, cuando yo
bajé
la guardia y mastiqué entre los segundos, las lágrimas
y
el miedo un montón de palabras imperdonables:
luciérnaga, Perséfone, desierto, caos
palabras:
ómnibus, poesía, cerveza amor.
palabras:
ómnibus, poesía, cerveza amor.
Todas
caen conmigo y él, a quien le escribo, se lleva algunas letras
en
la bolsa; deja otras en las líneas de mis manos
para guardarme la
sangre
y las bendice porque son bellas
y moja sus dedos
con los pedazos de mis ojos
y me mira tan pequeñita
y ésa es su "justicia"
y me da lástima su esfuerzo
y moja sus dedos
con los pedazos de mis ojos
y me mira tan pequeñita
y ésa es su "justicia"
y me da lástima su esfuerzo
por querer erguir su temor:
su terrible derrota.
su terrible derrota.
El
hombre a quien le escribo cierra el pecho para no mostrar los huesos rotos;
para
no perderse lejos de su nicho de dolor y en su coraza
quisiera colgar mi nombre para sumarse otro fantasma,
para seguir seco.
quisiera colgar mi nombre para sumarse otro fantasma,
para seguir seco.
El
hombre a quien le escribo echa raíz de mala hierba
Y éste es un primer intento por comprender lo que no entiendo.
Él, a quien le escribo
Él, a quien le escribo
no
puede caminar sobre una cuerda,
ni
quemar la luna,
ni
constelar un silencio profundo
No quiere hablar de lilas y del infierno entre la música,
ni
desenterrar al elefante rojo de la noche
porque
el hombre a quien le escribo,
a quien amo,
con su luz y su sombra y su perfil de demonio taimado,
a quien amo,
con su luz y su sombra y su perfil de demonio taimado,
no
se ha dado cuenta que el descenso verdadero
está
en mi nombre
y
que el único paso que no ha dado
es
el que su interminable tristeza no le deja dar.
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