jueves, 14 de marzo de 2013


Algo camina por aquí todas las noches.
Lo siento y tengo miedo.
Camina desde mi costilla hasta la tráquea.
Me rechina los dientes y me estruja la lengua.
Me destroza el nombre y todos sus reflejos.
Soy el lugar del desamparo,
una minuta incomprensible.
No sé qué suena dentro de mí.
Dan ganas de arrancarme la cara,
de cortarme las piernas,
de saberme a arañazos y pellizcos,
de palpar todo lo blasfemo de mi vientre.
Mis ojos no descansan;  bailan enredándose
en el humo,
en las lágrimas,
en las lucesitas que cuelgan de la pared.
Tener ojos también es una tragedia.
Escucho a los perros de la noche.
Quisiera ser como ellos, abrazar
la certeza de la muerte y ladrar sin vergüenza
mis exequias por las calles de esta ciudad
que no sabe ser amiga.
Ya no duermo.
Las sombras quieren decirme algo con su lenguaje
de intermitencias.
No lo entiendo.
Pienso en cosas tristes;
cada vez hay menos pájaros sobre el cableado de la luz.
El calendario se ha ensañado con mi pulmón.
El cielo tiene todas las formas.
Me duele el tiempo
Me da miedo.

1 comentario:

Jorge Nores dijo...

Es gratificante que no duerma por hacer cosas como éstas aunque, por otro lado, también es preocupante.