martes, 22 de enero de 2013

De palabra




No quiero untarme los secretos apilados en la alacena. Prefiero desvestirme del enigma y caer en contradicción en el intento, que esconderme tras una mitología de plastilina; volverme oracular aunque sea en martes; quedarme con el espacio ambiguo entre mi miopía y la sangre y no con el miedo en conserva de vidrio.
Me siento en la orilla de todo; sé que hay que salir del ombligo con un cuchillo y un puñado de memorias abiertas. Intento abrazar el silencio porque lo diáfano del ojo tiembla en el poro y en la encía; abrazar lo que se escapa, el fuego que prende la lengua y nos vuelve pulpa de estrellas o la vena del tiempo.
Y mis noches rojas son un querer sonar una estampida de elefantes; sonar la savia del árbol viejo o la voz encallada en la garganta con los dedos empapados de viento, a sabiendas de que vivo en un lenguaje triste, de que todas nuestras palabras mienten, sobre todo, cuando alguien hace de ellas poema o ley.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me da gusto leer algo tuyo después de tanto. Saludos Arge.