No mamá, la mía es una resurrección sin redención; una condena de rabia y silencio
apenas franqueable con los dedos mojados y los pies colgando de un hilo.
Me repito en cosmogonías noctámbulas hasta vaciar la luna; hasta llenar las manos
del invierno con música ínfima como estas estrellas constelando mis muros, mi frente,
mis cielos rojos.
Me sé conjuración de olvidos; obligada a sumergirme en el viento para pescar los nombres de
latitudes inhóspitas que invariablemente vuelven a perderse entre palabras corrientes.
Cosmos interminable, siempre vacío y siempre lleno. Arde en el centro de mi noche
una llama blanca de equívoca naturaleza; escritura a borbotones, carnaval de voces pueriles,
extraviadas. La noche es un circo en ebullición.
Me conozco ignorante de la certidumbre. Para mí la esperanza es un animal
que parece flor.
No mamá, no creo en dios y mucho menos en el diablo porque mis ojitos
son más convexos y, a pesar de eso, yo no me quiero Morir.
(Si le hablo bajito, en chiquito, es porque me estoy quemando la lengua
para no cometer un suicidio. Así, suavecito, mamá, que el lenguaje es el más puro acto
de Canibalismo, hasta los huesitos. Se siente rico comer des-pa-cio, me dice,
y se enoja al verme tan Voraz.
Pero los diminutivos, que a usted tanto le gustan, me indigestan porque, cuando se ladran, suenan amargos.)
para no cometer un suicidio. Así, suavecito, mamá, que el lenguaje es el más puro acto
de Canibalismo, hasta los huesitos. Se siente rico comer des-pa-cio, me dice,
y se enoja al verme tan Voraz.
Pero los diminutivos, que a usted tanto le gustan, me indigestan porque, cuando se ladran, suenan amargos.)
Por eso me reconozco partícipe de la crueldad inherente al nacimiento. La imposibilidad me sabe
a malabarismo,
a temblor de batallas; el juego donde me re-creo. Y es que tampoco sé creer en la nada, mamá.
a temblor de batallas; el juego donde me re-creo. Y es que tampoco sé creer en la nada, mamá.
La muerte, esa trapecista disonante, es más absoluta en la intermitencia. La muerte
tiene la cara partida de Risa; a veces se llama Juez y crece entre mis dientes,
se ramifica entre mis piernas; me pega fuerte, muerde el centro,
me arrastra
y me quedo tendida sobre mis márgenes una vez más.
Entonces si llora mamá, que sea por aquel Jesús quemado, por su virgen de once hijos,
por los trenes varados que ya no podrán llegar a tiempo, pero no por mí.
No, porque así es mi imperio de nimiedades, mamá; ese espacio imperceptible donde
Entonces si llora mamá, que sea por aquel Jesús quemado, por su virgen de once hijos,
por los trenes varados que ya no podrán llegar a tiempo, pero no por mí.
No, porque así es mi imperio de nimiedades, mamá; ese espacio imperceptible donde
cabe cualquier cosa,
hasta mi vigilia.
No esté triste, mamá, que hasta el perro se pone a llorar.