Esto de tener los ojos muertos de hambre,
ojos que sólo muerden sinfonías de noches
destrozándose en un intento
por arrastrar el cielo con la lengua.
La bala ni siquiera me roza aún,
se la traga la distancia,
pero los jamases ya me sangran por lo dedos;
cada gota hace el ruido exacto de la fractura
antes de tocar el suelo.
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