lunes, 30 de mayo de 2011

Come on close your eyes, touch my skin, make me free…

Ya antes algo me habitaba; mujer de fantasmas cotidianos, 
de neurosis sangrando por los dedos. 
Mujer habitada por los golpes de la ausencia.
Así aprendí a vivir con las costillas para no perder el cuerpo
amenazado por el viento fundido,
por la arena sin mar.

Aprendí a vivir con los huesos vueltos fuego porque no es verdad
que la luna me cubra del desierto.
Noche, fuego y ausencia.

Sin darme cuenta, tu sombra caminó por el surco de mi espina dorsal,
hacia abajo;
adentro.
Tu nombre goteando por mi vientre en un exorcismo con más silencios
que palabras; con más gemidos.
Ese nombre líquido inacabable, tempestad de seis letras
y toda su ira desprendiendo el miedo.

Demonio, tienes la tinta en los dientes, las letras derramadas por los ojos.
Y mi piel es la hoja en blanco
exacta para ser arrancada de un mordisco,
para ser escrita con las pestañas.

Mis brazos como nubes impregnadas te sostienen;
te sostienen mi cuello, mi clavícula;
mis senos maculados te sostienen
palpitando como un reloj contra el olvido.

En silencio te deletreo con los dedos mojados,
los de la mano izquierda
para que te sientas en casa.

martes, 24 de mayo de 2011





Tú no eres hombre. Eres algo más ácido y fluido;
algo que se me escapa como el lenguaje
entre dientes ebrios de tinta
clavándose en el sueño; en el vientre.

Allí habita el perfume de tus dedos perfectos,
el gruñido de tu tacto rapaz.

martes, 17 de mayo de 2011

Hay algo que me dicen las manos

Si yo pudiese apalabrar tu ser, poseerte con la voz;
si diciendo pudiera arrancarte la muerte 
o desdibujar de mis costillas tu ausencia;
si pudiera cogerte el alma con todo y huesos.
¡Qué diría, dios mío… qué no diría!.

Podría decir que el aroma de tu sexo no cabe en dos cuerpos
y que es mejor convertirnos en noche prófuga de sangre y piel.
Podría decir que la luna voltea la cara cuando te palpo el deseo
para que mi sombra se derrame sobre el cementerio de tu espalda.

Y decirnos fieras despedazadas sobre las olas cenizas 
de nuestro propio fuego.
Decirnos monstruos, lascivia, ángeles
despojándose de sus plumas.

Sin embargo no digo nada, 
pues mis manos hablan en lenguas más allá del silencio;
crecen inmensas mientras escupen ayeres espinados en tu pecho,
mientras aprietan el ansioso vaho de tu ser conmigo.

Caminan y gritan de dolor y de alegría; lloran, ríen, bailan.
Porque ese dolor es tuyo, mío, de mis manos cuando están en ti.
Porque es su alegría recorrer cada segundo de tu cuerpo.

Placer de mis manos mías, ladronas
con su botín de sudor y carne bajo las uñas.
Yo me callo para escucharme las manos leerse entre líneas
el camino por donde han de llegar hasta tu alma.

lunes, 16 de mayo de 2011

Mis mujeres

Mi estirpe es de mujeres que siembran mariposas.
Mujeres con aroma a pan, hierro, noche y jardines.
Vengo de una estirpe de pies de arena, 
vientres afrutados
y pensamientos fecundos.

Mis mujeres mueren cada día; se arrancan el corazón, extravían el pulso, se dejan caer
sobre sus propios huesos y luego cantan para que sus cenizas no toquen
el suelo.
Mis mujeres;  las que dejan una muerte explotando cotidianamente en la nariz, en las manos, 
en la lengua.
Mis mujeres; la muerte les pasa de largo y ellas son copos de harina y brasas 
en flor.

Es cierto, también nacen.
                 también arden.
Mis mujeres
son fuentes, princesas, vírgenes veneradas,
toda la tierra.
Son magia, aún en manos cansadas;
callan para ahogar el miedo,
hablan para callar la soledad.

martes, 10 de mayo de 2011

Sólo sé que al rumor de tus tangos, Malena, te siento más buena, más buena que yo.

Pero si usted me cantara....

No, usted no necesita cantar.
Si su nombre ya es música de trenes y naranjos,
de nostalgias.
Si su voz ya venció a la muerte.
Si su corazón es un verso palpitando en mi pecho.

Usted es mi tango, Malena.
Y sólo para usted soy muñeca.

domingo, 8 de mayo de 2011

El domingo es un ensayo

Mi sombra.
El fuego.


Un pájaro estallando en su nido.
Un pájaro anidando en su sepulcro.


El silencio fosfeno.
El mareo sobre las brasas.


Los psiquismos
                 cada vuelta.
Los metales perdidos.


Las lenguas del viento hechas cenizas
                          al redoble del tambor.


Y una nota, uno nota el sonido vuelto carne
entre las cuerdas.


Por qué llorar entonces, si es dulce el estruendo
en el paladar.
Por qué no romper una carcajada cuando la armonía se muere
en la mano.
Por qué no morirme de ti y de ella y del temblor.
Habría que quemarnos.
También somos el ensayo
de estas llamas.

Al que no sabe, aún, cómo estar ausente

Quisiera decir tantas cosas, escribir una cascada. Quisiera crearte -recrearte- con el lenguaje, pero  mi garganta se ensombrece, se quiebra. Y me inunda el terror y el llanto al ver las palabras derramadas egoístamente sobre la almohada. Mis sueños te barren, te vuelven el ánimo de mis pesadillas apenas perceptibles. Sólo me queda el grito ahogado entre sábanas, el temblor del vientre, el espasmo de mi cadera y una sonrisa en picada llorando por no poder regalarte una alegría.

sábado, 7 de mayo de 2011

Corazón, el gris amenaza.

El vacío está rodeado
por una constelación de lunares;
tenue brecha que rozo con la punta
de mi silencio.

Porque las palabras sienten frío
al apartarse de la ausencia
para entrar con ojos encendidos
a este abismo de carne.

Un remolino me palpita
en las manos.
Aprieto las muñecas, anclando
el vértigo de mi piel en tu piel.

Y corro distancias desiertas
con el cadáver del miedo en la garganta,
con el rumor desconcertado de tus pulmones
sobre mi sien;

con la esperanza de no ahogar los párpados
en ese mar de cuerdas plateadas
que todavía huele a tu sombra
y retumba como tu silueta enredada entre mis dedos.

lunes, 2 de mayo de 2011

En la noche de San Judas

Esta noche me permito todo:
morder las sombras que habitan tu rostro,
desgarrarte el recuerdo a gritos,
mojar el desierto de tu pecho con mi olvido,
palpitarte en las manos,
temblarte en las piernas,
clavarte los dientes en el dolor.

Esta noche me permito ser una puta para ti
y tus mil demonios;
exorcizarte en mi lengua,
ungirte en el óleo de mis huesos.

Ésta es la noche del mareo conjurado;
del funambulismo sobre botellas
iguales a nuestros cadáveres;
del vértigo de la muerte
creciendo entre tus piernas.

Es la noche de la muerte trepanando las entrañas;
de las sonrisas desgajándose a gotas
y de las metamorfosis del silencio.