Mi sombra.
El fuego.
Un pájaro estallando en su nido.
Un pájaro anidando en su sepulcro.
El silencio fosfeno.
El mareo sobre las brasas.
Los psiquismos
cada vuelta.
Los metales perdidos.
Las lenguas del viento hechas cenizas
al redoble del tambor.
Y una nota, uno nota el sonido vuelto carne
entre las cuerdas.
Por qué llorar entonces, si es dulce el estruendo
en el paladar.
Por qué no romper una carcajada cuando la armonía se muere
en la mano.
Por qué no morirme de ti y de ella y del temblor.
Habría que quemarnos.
También somos el ensayo
de estas llamas.
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