sábado, 7 de mayo de 2011

Corazón, el gris amenaza.

El vacío está rodeado
por una constelación de lunares;
tenue brecha que rozo con la punta
de mi silencio.

Porque las palabras sienten frío
al apartarse de la ausencia
para entrar con ojos encendidos
a este abismo de carne.

Un remolino me palpita
en las manos.
Aprieto las muñecas, anclando
el vértigo de mi piel en tu piel.

Y corro distancias desiertas
con el cadáver del miedo en la garganta,
con el rumor desconcertado de tus pulmones
sobre mi sien;

con la esperanza de no ahogar los párpados
en ese mar de cuerdas plateadas
que todavía huele a tu sombra
y retumba como tu silueta enredada entre mis dedos.

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