Si yo pudiese apalabrar tu ser, poseerte con la voz;
si diciendo pudiera arrancarte la muerte
si diciendo pudiera arrancarte la muerte
o desdibujar de mis costillas tu ausencia;
si pudiera cogerte el alma con todo y huesos.
¡Qué diría, dios mío… qué no diría!.
Podría decir que el aroma de tu sexo no cabe en dos cuerpos
y que es mejor convertirnos en noche prófuga de sangre y piel.
Podría decir que la luna voltea la cara cuando te palpo el deseo
para que mi sombra se derrame sobre el cementerio de tu espalda.
Y decirnos fieras despedazadas sobre las olas cenizas
de nuestro propio fuego.
Decirnos monstruos, lascivia, ángeles
despojándose de sus plumas.
Sin embargo no digo nada,
pues mis manos hablan en lenguas más allá del silencio;
crecen inmensas mientras escupen ayeres espinados en tu pecho,
mientras aprietan el ansioso vaho de tu ser conmigo.
Caminan y gritan de dolor y de alegría; lloran, ríen, bailan.
Porque ese dolor es tuyo, mío, de mis manos cuando están en ti.
Porque es su alegría recorrer cada segundo de tu cuerpo.
Placer de mis manos mías, ladronas
con su botín de sudor y carne bajo las uñas.
Yo me callo para escucharme las manos leerse entre líneas
el camino por donde han de llegar hasta tu alma.
1 comentario:
Ladronas y traviesas!!
:) Así es mi estimada, al cielo, al infierno, pero siempre infinito!!
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